La Invención de un Paisaje
Esta obra presenta una visión lenticular del paisaje que invita a múltiples lecturas, revelándose como una imagen ambigua y rica en significados que no se agota en una sola interpretación. A través de la técnica del fotograbado, estampado sobre un papel hecho a mano, el artista no documenta un paisaje real, sino que utiliza el registro fotográfico de un diorama meticulosamente construido. Este mundo en miniatura, magnificado a una escala monumental, nos habla de aridez, decadencia y, en última instancia, del fin de la vida.
El Simulacro y lo Real
El uso del diorama es una declaración de intenciones. Al renunciar a la captura directa del mundo natural, el artista nos sumerge en una realidad controlada, un simulacro de la desolación. Esta elección subvierte la noción tradicional del paisaje como algo encontrado y lo presenta como algo construido, una puesta en escena para la mirada atenta. La obra parece dialogar con la «desilusión estética» de la que habla Baudrillard: al renunciar a la naturaleza para construirla desde cero, el artista no representa un paisaje, sino que reflexiona sobre los límites y artificios del propio arte. La magnificación del detalle, la transformación de lo minúsculo en monumental, crea una tensión latente: lo que vemos es innegablemente artificial, pero la emoción que evoca —la sensación de estar ante un terreno yermo y agrietado— es auténtica.
Entre lo Artesanal y lo Tecnológico
La elección de la técnica es tan deliberada como la conceptual, revelando una fascinante dualidad en el proceso creativo. Por un lado, la construcción del diorama es un ejercicio puramente artesanal, donde el artista despliega todos los recursos del dibujo, el modelado y la restauración. Por otro, la traducción de ese objeto a la estampa se realiza a través de «destrezas mediadas»: el grabado en fotopolímero con positivos digitales, un territorio híbrido donde dialogan la fotografía, la tecnología digital y la estampación tradicional. Este viaje de la imagen, desde un entorno tecnológico hasta su materialización con la presión y la tinta, es coherente con la propia temática de un paisaje artificial y se convierte en una declaración sobre la naturaleza de la imagen contemporánea.
La Composición de la Imagen
El potente claroscuro es fundamental para la lectura de la obra. Modela la superficie con una cualidad escultórica, dirigiendo la atención hacia la textura. A través de este contraste se articula la composición: unos surcos paralelos, que actúan como líneas de fuga, recorren el primer plano y dirigen la mirada hacia el horizonte. Allí, un montículo centraliza la atención, erigiéndose como el punto focal de la escena bajo un cielo de textura agrietada que presiona y encierra el paisaje.
Conclusión
En definitiva, esta obra se erige como un complejo ensayo visual sobre la imagen en la era contemporánea. Al confrontar el gesto manual del modelado con la naturaleza mediada del grabado digital, el artista no solo crea un paisaje, sino que lo analiza. La pieza nos obliga a reflexionar sobre el simulacro, la percepción y los artificios del arte, demostrando que la emoción más auténtica puede nacer de la más deliberada de las construcciones.
