
Fábula de dos Mundos
Eve Mae
La obra de Eva nos invita a mirar un charco como si fuera un portal. Lo que parece un detalle cotidiano se convierte en un escenario donde la historia, la leyenda y el paisaje de Jaén conviven. Con una técnica que combina impresión digital, serigrafía y tintas especiales sobre papel hecho a mano, la artista construye una alegoría visual que habla de identidad, memoria y territorio.
El reflejo y la composición
La pieza se organiza en torno al agua de un charco, que actúa como superficie de tránsito entre mundos. Los bordes, inspirados en baldosas presentes en Jaén, sitúan la escena en un contexto urbano reconocible, al tiempo que señalan el umbral hacia un universo simbólico. Dentro del charco, las figuras emergen como si cobraran vida propia, en un espacio donde lo real y lo fantástico se encuentran.
Estilo y color
Para la creación de esta obra, Eva hibrida técnicas tradicionales y contemporáneas: desde la investigación del moku-hanga japonés hasta el uso de serigrafía con grafito sobre una pintura digital impresa en papel hecho a mano. El resultado es una obra que con sus elementos nos da la bienvenida a un universo oculto en lo evidente. Los tonos fríos de azules enmarcan el exterior del charco, mientras que en su interior surgen colores cálidos y verdes que aportan vitalidad a los protagonistas. Este contraste subraya la tensión entre superficie y profundidad, entre apariencia y esencia.
El marco cohesionador
El borde azul de las baldosas no es un simple adorno, sino un elemento integrador. Evoca la ciudad de Jaén y, al mismo tiempo, delimita el espacio en el que la memoria, el mito y la naturaleza dialogan. Es el recordatorio de que todo lo que sucede en la obra pertenece a un mismo universo, arraigado en un lugar concreto.
El diálogo entre símbolos
La obra cobra sentido en la relación entre sus protagonistas:
La mona de la catedral: esculpida originalmente en piedra y aquí transformada en figura viva, aparece acompañada de dos palomas. Representa la permanencia de la historia y la herencia del patrimonio, convertida en guardiana silenciosa de la memoria urbana.
El hada de los olivos y el lagarto de Jaén: en el lado opuesto, el lagarto mítico cobra vida y se convierte en montura de un hada que alegoriza el paisaje olivarero. Esta figura encarna la fuerza natural y la identidad agrícola de la provincia, vinculando lo real con lo legendario.
Entre ambos mundos flotan hojas y ondas de agua, que refuerzan la sensación de movimiento y de tránsito entre dimensiones.
Conclusión
La ilustración de Eva es una metáfora poética sobre Jaén como tierra de dualidades: ciudad y naturaleza, historia y mito, permanencia y transformación. Con un lenguaje visual que une lo artesanal con lo digital, la obra invita a mirar de nuevo lo cotidiano —un charco en la calle— para descubrir en él un universo de símbolos. Es un recordatorio de que la identidad de un lugar no se reduce a lo evidente de su paisaje, sino que emerge a través del diálogo entre el sentir de sus gentes y su propio paisaje: tangible, e imaginario.